Un ejercicio que suelo hacer de vez en cuando es intentar traer a mi presente esas pequeñas cosas, que en mi pasado menos reciente, me hacían esbozar una tremenda sonrisa o convertían una tarde de lluvia en un día de verano y viceversa.
Me encantaba por ejemplo sentarme en mitad de la escalera ...a medio camino entre mi reino y la tierra. En ese momento mi reino era mi habitación...y la tierra era el piso bajo donde era una niña sin más.
En esa escalera defendía mi reino de las visitas de enemigos que pretendían saquear mis tesoros y herir a mi pueblo...yo contra todos ellos. Dos hermanas y un hermano...adorables en la actualidad pero que en aquel entonces nos divertíamos escondiendo, desnudando y despeinando muñecas. Ahora, el juego ha cambiado...ahora sabemos que aquellas disputas eran necesarias para formar nuestro carácter. Lo dicho...adorables y geniales.
A los cuatro nos gustaba salir de expedición por el río. Conocíamos muy bien su cauce y los peligros del verano con los desprendimientos...y del invierno con las crecidas. Pero aún así...nos gustaba redescubrir esa islita en la que hacer la cabaña de verano para merendar y regresar cada día hasta el invierno. El agua se la tragaba y la hacía invisible hasta el siguiente verano en que ...una vez más... plantábamos semillas de sandía y construíamos otra cabaña. Así una y otra vez durante muchos años. Esa isla está cubierta de nuevo...pero ahora no es sólo el agua...hay muchos años de matorrales y basura que impiden que alguien la descubra. Algún día volveré.
Otro sitio en mi memoria es para las excursiónes con mi abuela. Recuerdo que varias veces entre la primavera y finales de verano... solía llevarnos a un pequeño pinar en lo alto de una montaña. Era parte de una herencia familiar, y la visita era poco frecuente por la distancia a la que estaba. Acceso único a pie...ella con con nosotros. Preparábamos esas cestitas de mimbre (con forma de cofre y cierre casi de secretero) unas onzas de chocolate, una pieza de fruta y unas servilletas de tela. Mi abuela administraba el agua, las tiritas y el algodón. Cada uno con su merienda...comenzábamos la aventura. Era una hora de camino sinuoso...no por el terreno sinó por la gente que paraba a mi abuela para charlar y pegarnos pellizcos por lo guapos y grandes que estàbamos. Ahora me hace gracia recordarlo...pero en aquel entonces preferiríamos escaparnos. Llegó un momento, con el paso de los años, que podríamos ir solos a ese pinar...pero preferíamos seguir la tradición de ir con abuela. Hoy ninguno de los cuatro recuerda el camino ...hoy sabemos que sigue allí arriba y que cada cierto tiempo un incendio lo arrasa...regresaremos algún día pero abuela nos acompañará de otro modo donde quiera que esté y seguirá diciendo : "Veña nenos que se fai de noite e podémonos perder"...sabiendo que eso nunca sucedería...
Todos estos recuerdos de pequeña me ayudan a darme cuenta de que he sido muy afortunada de nacer donde lo he hecho y crecer con memoria para todo...bueno y malo. Siempre puedo seleccionar un recuerdo para sonreir sin motivo cuando nadie lo espera...

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